Aunque una obvia herramienta de promoción para el pelotón de artistas en la nómina de Sono-Rodven en los años 1980, este disco es sobre todo un anzuelo de la disquera para las presentaciones en vivo de Melissa. Como la película misma, su banda sonora no incluye nada extraordinario, solo temas de malpop y algunos instrumentales de soporte que es imposible creer que fueron o sean del interés de persona alguna. Incluyendo los miles de fanáticos que tenía la Madonna venezolana según Sono-Rodven, que en un acto de desconexión total, pretende pasar por super-estrellas a sus interpretes a punta de sobreproducido synth-pop y baterías preprogramadas. En perspectiva, este disco es gran ejemplo del tipo de pop sacarinado que las disqueras venezolanas traficaron durante esa década, ignorando el verdadero alud cultural que se cocía en el circuito underground de Caracas. Con la salida de El amor ya no existe de Sentimiento Muerto ese mismo año (ironicamente, también de mano de Sono-Rodven), se esfumaron las carreras de todos los artistas presentados aquí. Este fue el fin de la gran pausa corporativa que sufrió el rock hecho en Venezuela desde al menos principios de los años 1970.