El primer disco de Alexis Peña tras unos veinte años de carrera es uno de esos difíciles de explicar. Normalmente, criticar un disco es asunto de objetividad. No hay lugar para gustos y no importa el género, el estilo, la producción o el empaque; un disco se juzga solo por sus méritos musicales.

Y si a eso vamos lo que tenemos aquí es un disco cinco estrellas. Lamentablemente, lo del mérito musical es asunto complicado.

Sin escuchar un acorde, las notas del disco nos revelan que este es un disco hecho por profesionales. Grabado y mezclado por Denis Degher en el desaparecido estudio Red Zone de Burbank, California, Peña usó las mismas instalaciones que las Go-Go's, Celine Dion, Buddy Guy, LA Guns, No Doubt, Warren Zevon, Rufus Wainwright, Tupac y hasta el mismísimo José José.

Peña también utilizó un histórico grupo de músicos de estudio que no pasan desapercibidos en el álbum. El ex Rare Earth Dan Ferguson (guitarra), Alphonso Johnson (bajo), Tony Braunagel (baterista de Taj Mahal, Bonnie Raitt, BB King, Nina Hagen, etc.), Tim Pierce (guitarrista de Bon Jovi, Crowded House, y la guitarra en Black or White de Michael Jackson, entre otros), y Tommy Eyre (tecladista de Wham, Joe Cocker, Men at Work y Deep Purple), quien además produjo el disco junto al arreglista uruguayo Federico "Freddy" Ramos. Finalmente, y por supuesto, el mismísimo Alexis Peña, quien no tiene nada que envidiarle a nadie profesionalmente. Yo lo llamo Mister Vozarrón.

Con este combo en los créditos, no es ninguna sorpresa que el disco suene como en teoría debería sonar. No hay absolutamente nada fuera de sitio en los acompañamientos de la versátil y siempre impresionante voz de Peña. Excepto por el disco mismo, que en 1997 debió verse tan fuera de sitio en una discotienda como una biblia en una mezquita.

Con un estilo mezcla de Arena Rock con 80s Power Pop, no sé a quién Sony pretendía venderle este disco en una era dominada por bandas como Smashing Pumpkins en el que Bon Jovi ya estaba haciendo giras de nostalgia.

Quizás la respuesta estaba en el mercado latino de los EE.UU., donde la balada pop y el pop/rock latino aún domina las estaciones de radio en español, aunque esto requeriría de un inmenso apoyo financiero que las disqueras solo proporcionan para tiros al piso.

Es increíblemente ilusorio pensar que en medio de la gran revolución alternativa que vivió Latinoamérica en los años 1990, Alexis tuviera el más mínimo chance de recuperar su inversión, por no decir tener influencia alguna en la música local.

Lo cual no quiere decir que el disco sea "malo". De hecho, si de algo peca es de sobreproducción. Los temas se dejan escuchar y fácilmente caben en el género que Franco de Vita y hasta el mismísimo Arjona explotan sin ninguna vergüenza. Lo cual es una lástima porque las composiciones de Peña son muy superiores al trabajo actual de estos artistas, pero sin apoyo corporativo muy bien pudo haber grabado Never Mind the Bollocks e igual el disco hubiese pasado bajo la mesa.

No hay un tema que resalte en este disco, aunque Una deuda de amor pudo haber sido un éxito en alguna parte. Uno puede imaginarse que las versiones de All out of love de Air Supply y Without you de Badfinger fueron apuestas a sencillos que se quedaron en el aparato. También hay un tema por Nicky Scarola y otro de Pedro Vicente Lizardo con Durban Laverde que, aunque interesantes, no tienen la fortaleza para sacar al disco de la oscuridad en que se encuentra.

Lo cual no es por falta de méritos, pero como dije más arriba, ese concepto es complicado. Lo que hace a un disco realmente valioso es la pasión de sus intérpretes y el poder de identificación de sus temas, y eso es algo que ninguna disquera puede comprar a punta de músicos de estudio o versiones. El problema de Alexis es que tiene muy poco de lo primero y mucho de lo segundo.